viernes, 16 de marzo de 2007

Yo al campo, tu a la ciudad




El hogar es el espacio propio y personal en el que planear el día a día, tejer sueños y proyectos, recibir a los seres queridos y ante todo, sentirse seguro y cómodo. Hay quién prefiere que su hogar esté cerca de todo, y en pleno centro sin importarle las dimensiones y quiénes optan por una casa más grande alejada del caos urbano; quienes viven en el extrarradio no siempre pueden ir a casa a mediodía pero a cambio, los fines de semana descansan a pierna suelta. Los más urbanos, pueden jactarse de dejar el coche en el garaje entre semana pero según donde residan, no pegarán ojo la noche del sábado o no habrá forma de aparcar en su zona. 


Unos y otros persiguen que su casa sea acogedora y acorde con su estilo de vida. En el caso de la vivienda en propiedad, la exigencia es total puesto que a su compra y decoración, se dedica la mayor parte de los ingresos. Para gustos colores, porque para gastos, unos y otros ven igualmente duro llegar a fin de mes.
Ser de pueblo o vivir en provincias adquiría un tinte peyorativo no hace tantos años. Las ciudades eran templos de la modernidad que parecían renegar del origen de sus habitantes. Paco Martínez Soria reflejó con humor esta dicotomía entre pueblo y ciudad, allá por los 70. Los nuevos tiempos han traído una tregua entre el hombre y la naturaleza. Lo que proviene del pueblo tiene el reconocimiento que nunca debió perder: La comida casera y productos artesanales ganan puntos sobre la comida basura, el aire puro desbanca a la polución de las ciudades, pasear entre árboles no tiene parangón con zigzaguear por aceras atestadas y tener un perro o ir en bici vuelve a ser una maravilla y no tanto un suplicio… Estas son algunas de las claves que han contribuido a la vuelta a los pueblos. Un fenómeno que se denomina neorruralismo y que los europeos del norte ya comenzaron a experimentar en los sesenta. Sus causas no son económicas sino de búsqueda de entornos menos contaminados. Su lema se resume en el concepto de que la vida en el campo es mejor que en la ciudad. Y así, poco a poco y sin grandes alardes, cada vez son más los que tienen en cuenta esta opción y no sólo para pasar unos días de vacaciones. No hay un prototipo al uso que defina a quienes eligen dar un giro a sus vidas e irse a vivir a un pueblo. Los intereses son tan variados como las propias personas: aislarse en un entorno poco poblado, estar en contacto con la naturaleza aunque se siga acudiendo a la ciudad para trabajar o estudiar; comprometerse con el lugar elegido para vivir, instalarse y desarrollar una labor económica...
Sobre este último respecto debería apuntarse que las nuevas actividades surgidas del turismo rural, la artesanía, la agricultura ecológica y el turismo deportivo arropadas por Internet y otras tecnologías punteras, no sólo favorecen este nuevo neorruralismo, también fomentan un desarrollo sostenible en espacios rurales en decadencia. En Aragón, estos movimientos también han logrado, si no frenar, al menos desacelerar el ritmo de despoblación que acosa a muchos puntos de la región. Los pequeños pueblos que veían como sus jóvenes marchaban a la ciudad a encontrar trabajo, acogen ahora a sus nietos, retornados a la busca de los valores perdidos. Pero el éxodo hacia el campo ¿sólo está motivado por la búsqueda de tranquilidad y contacto con la naturaleza? ¿Los que residen en el extrarradio no preferirían vivir en el centro pero rodeados de zonas verdes? ¿Es el precio de la vivienda el factor decisivo? Pedro y Silvia decidieron hace unos dos años dejar su piso de 60 m2 en el centro y comprar una casa tres veces mayor y con jardín en un pueblo a 25 Km de la capital. “Queríamos vivir en una casa más grande pero en la ciudad, al precio del metro cuadrado, era imposible”. Pedro reconoce que con Internet, puedes permitirte trabajar desde casa, si tienes una profesión liberal “si tuviéramos que ir y venir a la ciudad cada día para ir al trabajo, no habríamos decidido venir. Estaríamos todo el día en la carretera”. Pero la iniciativa de esta pareja fue mas allá porque Silvia dejó su trabajo en Zaragoza y ambos han abierto una tienda de muebles en el pueblo”. Señalan que al tener un establecimiento comercial mantienen un trato más cercano con los vecinos pero son muchos los que han ido a vivir al pueblo y no se relacionan “porque casi ni están”, comentan. “Se nota que hay mucha gente joven que ha venido de Zaragoza y que los propios jóvenes del pueblo, se quedan”. Respecto a las distancias, están convencidos de que es más rápido llegar a su casa aunque esté a 25 Km del centro que a alguno de los nuevos barrios en los que se está expandiendo la ciudad. Dicen que volverían a Zaragoza si encontrasen una casa de las mismas características, al mismo precio y con garaje incluido. “Aunque sabemos que es una utopía”.
Pero volvamos al mundo urbano. Es hora punta y el atasco de tráfico es lo habitual. Cláxones, silbatos, malas caras y peores humos. Podría ser por la mañana o por la tarde. Cuesta imaginar cuando se está sumergido en el embotellamiento que quiénes vivan en esa calle puedan descansar a alguna hora del día. Por no hablar de la noche, con clientes de discobares que siguen la fiesta a voz en grito y papelera en ristre, incluso después de la hora de cierre. Y como premio, quienes opten por este modo de vida encontrarán el precio del metro cuadrado, por las nubes. Todo parecen pegas pero vivir en una ciudad, sobre todo si es de tamaño pequeño y mediano, como las que hay en Aragón, tiene otras muchas ventajas. Al menos para Juan. Es de un pueblo de Teruel pero trabaja en Zaragoza por lo que decidió comprar un piso en vez de alquilar. Al principio, se decidió por Cuarte de Huerva. “El precio era más asequible que en el centro y con plaza de garaje incorporada”, pero las desventajas, pronto empezaron a agobiarle. “Casas, inmobiliarias y entidades financieras hay muchas pero no hay opciones para el ocio y los comercios todavía escasean así que estaba todo el día en el coche, con el riesgo que conlleva por el tráfico y por los numerosos controles de alcoholemia, velocidad, …” A Juan le retiraron temporalmente el carné de conducir y estuvo dependiendo de amigos durante varias semanas “Si que hay autobuses, pero quienes tenemos un trabajo con horarios poco convencionales, necesitamos ser lo más independientes posible y del precio de los taxi al salir del área metropolitana, ni hablamos”. Esta circunstancia le decidió a cambiar de residencia y vivir más cerca de su actividad laboral. Ahora reside en el casco histórico. Tiene un apartamento de muchos menos metros “pero suficientes para una persona sola”. No le molestan los ruidos o el ajetreo de la ciudad aunque lo que peor lleva es encontrar aparcamiento “al menos 80 euros de alquiler y 8 millones de pesetas si lo quieres en propiedad”. De momento, le compensa.

RURALES
Elena y Jesús decidieron que la casa en la que querían vivir tenía que estar en un pueblo y manos a la obra se trazaron un círculo de 15 kilómetros de radio alrededor de Zaragoza y comenzaron la búsqueda. Su idea era comprar una casa y rehabilitarla. Las semanas pasaban y su sueño iba desmoronándose. O el precio superaba con creces su presupuesto o la reforma a realizar era desorbitada. Un día vieron un unifamiliar en Villanueva de Gallego y aunque no era la clase de vivienda que les ilusionaba, al verla se enamoraron de ella. “Su precio también superaba nuestras expectativas pero ahora creemos que hicimos una buena compra”. De esto hace 7 años y ahora Jesús y Elena tiene dos hijos con los que disfrutan mucho más de la tranquilidad de vivir en un pueblo. “Los niños van al colegio en Villanueva y conocemos a sus amigos, a sus profesoras, al resto de padres y madres... nos gusta participar en las actividades locales”. La verdad es que en el pueblo tenemos de todo y si necesitamos ir a Zaragoza, estamos a 15 minutos. Además, los planes de crecimiento del pueblo aseguran mejores comunicaciones y más servicios, sin duda, una buena noticia, en principio. Cuando sus hijos crezcan, si ven la necesidad de volver a la ciudad, se lo plantearán pero de momento, han echado raíces.
URBANITAS Jose, lo tiene claro. Vive en la ciudad porque se encuentra cómoda “tienes de todo y muy a mano, caminando o con transporte público puedes llegar en poco tiempo a dónde necesites”. Por la ciudad se mueve en moto “gasto 3 euros cada quince días y además de la rapidez, evito atascos y aparco fácilmente. También tengo coche pero lo reservo para viajes... Eso sí, he tenido que alquilar un parking”. En 7 minutos se planta en su trabajo y dando un paseo tarda unos 15 minutos. “Podría ir andando pero la vida en la ciudad nos lleva a ganar unos minutos al reloj, siempre con prisas...” De momento no se ha planteado ir a vivir al campo, aunque considera que si hay que estar todo el día en la carretera para llegar a casa o quienes los tengan, llevar a los niños al colegio, o ir a la compra, planificando rutas, tiempo... no es su ideal de “calidad de vida”. Pero no deja cerrada la posibilidad de dar un giro a su modelo de vida, porque todo depende del trabajo o la necesidad de tener una casa mayor o de las decisiones en pareja... El tiempo dirá.
por Eva Hinojosa
Heraldo de Aragón
31/12/2006