martes, 19 de mayo de 2009

Mi barrio. Don Paulino

Las maletas con ruedas no son tan cómodas ni tan ligeras como nos dijeron. Y de todos sus inconvenientes, el que más detesto es el ruido que hacen sobre las aceras. Ese runrún que abre el paso mientras despierta las miradas de ira del resto de peatones. Imposible pasar inadvertida o viajar de incógnito con una de esas trolleys. Eso andaba pensando el día que llegué a mi nuevo barrio y enfilaba la acera, de teselas rojas y grises. Solo una persona hizo caso omiso de mi estruendo, quizá porque venía a toda máquina y de frente, haciendo un estrépito mucho mayor. Avanzaba como una locomotora y tiraba con decisión de algo con su mano derecha. Algo que no llegué a apreciar hasta que estuvo a mi altura. Antes hube de apartarme de su trayectoria porque el tal señor me hubiera derribado sin dudarlo...
De lejos parecía extranjero. Por su altura y lo tieso que caminaba, parecía desfilar de capitán de todos los ejércitos. En la distancia corta ya reconocí a un anciano, con zapatillas de pana, pantalón de franela y camisa de manga corta, todo de distintos colores,... Llevaba gafas oscuras, con esparadrapo en el puente y algo torcidas, y el pelo engominado con exceso y raya imaginaria, muy cano y muy espeso. Al dejarme atrás busqué el motivo de todo el escándalo que formaba a su paso. Me había imaginado otra maleta, o un carro de compra, pero no. Era una vieja correa de cuero, no muy larga con una gran lata vacía en el extremo. Alguien dijo entonces muy cerca de mí, -Buenas tarde, Don Paulino, ¿Qué? ¿De paseo con el Bobby? Supuse que la pregunta iba dirigida al anciano de la hojalata pero ni uno ni otro dijimos palabra. Supe días después que mi Don Paulino cree que al final de la ajada correa está su perro Bobby, y como buen dueño lo baja a pasear diez o veinte veces al día. Mi maleta y yo les tenemos cierta envidia.

1 comentario:

  1. ¡¡¡Este texto a veces está publicado y a veces no, será el espíritu de Bobby, que tiene ganas de juguetear!!!

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