domingo, 16 de agosto de 2009

Paseante dominical (con los cinco sentidos)

Desperté con la sonrisa puesta. Increíble. Y al segundo comenzaron a sonar decenas de campanas, repiqueteaban alegres, incansables. Siempre han estado ahí pero su sonido solía ser eclipsado por las sirenas de ambulancias, bomberos, policía, o los claxones de los coches o los frenazos y los gritos,... O porque he estado durante más de dos años ciega, sorda y muda,...Y el domingo por fin solo hubo campanas. Grandes y pequeñas, de melodías inventadas, tal vez solo para mí. La ciudad se quedó muda para que yo pudiera oír. Ahora ya veo, oigo y huelo. El tacto empieza a estar más recuperado y el gusto, si me dejas, lo querría compartir contigo. Quizá aún haya cura para mí. Aunque algunos días me gustaría no verle, ni siquiera en sueños,...

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