sábado, 7 de noviembre de 2009

Recien nacida

Es 7 de noviembre, pasan 25 minutos de la una del mediodía y en Zaragoza está lloviendo. Se oye un fuerte frenazo y el conductor de un coche granate resopla aliviado porque casi se salta un semáforo en rojo, junto al hospital. Una señora con abrigo de pata de gallo le mira con inquina porque casi la arrolla en pleno paso de peatones. Ella también iba despistada pero ese descabezado ha estado a punto de llevársela por delante, a ella y a varios viandantes más. Ajena a todo, la adolescente con auriculares gigantes se choca frontalmente con la señora del abrigo de pata de gallo y sus libros caen a la calzada. Y los paraguas de las dos. Otros paseantes las ayudan a recoger todo, entrechocando paraguas y calándose de arriba abajo. Mientras, la de pata de gallo increpa a la estudiante que, afanada y con su música a todo volumen, coge nerviosa sus libros, empapados y llenos de barro. El disco se pone verde otra vez y un señor de coche blanco pita al del coche granate, quién, de nuevo despistado, mete primera y acelera sin mirar hacia delante. No paso nada después. Solo otro frenazo, luego un acelerón y mucho gritos. La chica escapó a tiempo y abandonó sus libros, la del abrigo gritó al conductor que la mojó de pies a cabeza al circular sobre un tremendo charco, y el del coche blanco adelantó al de granate sin dejar de tocar el claxon, dejando el libro de matemáticas, totalmente destrozado. Todos los protagonistas de la historia olvidarán enseguida que esta escena sucedió un 7 de noviembre, a las 13h25, en el Paseo Isabel la Católica de Zaragoza. Sin embargo, a escasos metros de allí, una mujer acaba de coger a su hija en brazos por primera vez. Ha sufrido mucho en el parto pero la mira y nada más importa. Está sana, es tan morena y curiosa. Tiene el pelo negro y ensortijado y unos ojos gigantescos. La mujer y su marido se abrazan mirando a su bebé, su primer hijo. Nunca habían sido tan felices. Algunas lágrimas brillan en la habitación,... ¡Son amor salado! Y justo entonces, mientras oían ruidos de tráfico y gritos bajo su ventana decidieron que la llamarían Eva. La primera mujer, la eterna niña de sus ojos,...

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