viernes, 16 de diciembre de 2011

Nada que decir

La buena educación no está reñida con el silencio. De hecho, pueden estar muy relacionadas. No es imprescindible dar conversación en algunos casos. Sí, buenos días y buenas tardes, pero después, si hemos de pasar más de quince minutos junto a un completo desconocido, ¿por qué hablar?

Pongamos ejemplos que dejaran mi reivindicación muy clara.

El/la fisioterapeuta.


Te ha pedido que te quites ropa. Y tenéis por delante más de media hora de sesión. Tú, contracturada de arriba abajo. Él/Ella, desenredándote la espalda. Después del habitual, "si te hago daño o tienes frío, dímelo" ¿Qué queda por decir? ¡NADA! En primer lugar porque tú estás boca abajo en una camilla con la cara dentro de un agujero, y en segundo lugar, porque cada vez que sus dedos se deslizan por tu parte trasera, ¡tienes ganas de llorar, no de hablar del tiempo!

Sigamos con este recorrido silencioso y de recogimiento que nada tiene que ver con la Semana Santa.

El/la peluquero/a.

Primero te agita la cabeza como un cóctel, después te estira del pelo y amenaza tu integridad con tijeras. Acaba quemándote con un secador que no te permite ni oír tu voz interior y si tienes intención de abrir la boca, la laca emitida por aspersión te quitará la idea. Y después, la cuenta... sin palabras.

El/la taxista.


¿Para qué? O despotrica de las noticias de la radio, o no deja de hablar con su radio con otros colegas cuyas voces parecen venir del más allá. Dices la dirección, intentas aparentar que conoces el camino para que no te dé un rodeo y ya está. Compasión. Esos hombres y mujeres no pueden estar todo un día hablando del tiempo o de las obras, ¡su cabeza podría explotar!

La depiladora.


Normalmente acudes para que te ayude con zonas íntimas y delicadas; esas que no enseñas ni en verano. Ya me entendeis. Zonas que has dejado crecer antes de visitar a tu depiladora. Zonas que son muy tuyas y de repente, tienes que compartir así, sin cariño. Creo que está de más decir que en ese momento, las palabras sobran. Después de su "si está muy caliente o te hago daño me lo dices", ¿qué más hay que añadir? Te muerdes la lengua, piensas que es un ratico corto y la odias un poco entre tirón... y tirón. (Y esperas que te atienda otra chica la próxima vez y deseas no haberte puesto esos vaqueros tan ajustaditos...)

Y tú, ¿con qué profesional crees que está de más tener una conversación?... ¿Eh?

Are you talking to me?