martes, 18 de septiembre de 2012

La biblioteca

Hacía tanto que no entraba a la biblioteca que había olvidado de cómo sacar un libro. Como buena aragonesa, preguntarlo no entraba en mis planes.He intentado encontrar el volumen por mis medios. ¡Media hora mirando estanterías con letras y números, con la cabeza torcida 90º hacia la izquierda! Aún me duele (el cuello)

He buscado título y autor y he ratificado que era un tomo 'prestable' y estaba dentro del recinto. Pero, no había manera de dar con él... Así que, declarándome rendida, y cabizbaja, como si fuera una habitante de Marte he ido hacia el mostrador de información... Bueno, a uno de ellos.
Me he puesto en la cola de 'socios', pero se ha despejado antes la de 'préstamos', y le he preguntado a un amable señor cómo encontrar mi libro. Tras mostrarme su signatura en la pantalla de su ordenador, -eso ya lo había encontrado yo-, me ha remitido con un par de papelitos que rellenar al fondo del mostrador. 

Allí, frente a una señora que leía sin mirarme ni dedicarme atención he completado los datos del dichoso papelito. Ni había levantado el bolígrafo cuando la señora me lo ha arrebatado y colocado en una especie de horno con puerta metálica situado a su derecha. No hemos cruzado palabra. Ella ha seguido leyendo y yo de pie, mirando al horno come peticiones y a la susodicha. 

Unos tres minutos después, o yo que sé, que allí el tiempo va mucho más lento, la puerta del horno se ha abierto y la señora me ha entregado el libro. ¡Bendita sea! ¿Tengo que hacer algo más?, le he preguntado. Y así he podido certificar que la mujer escuchaba y hablaba con normalidad. En un tono pragmático me ha remitido al señor de antes. Allí que he ido.

'Solo tienes que entregarme la tarjeta de socia y ya está', se ha adelantado a decirme cuando he vuelto a su mostrador. Pero, oh, oh,... mi tarjeta había caducado por falta de uso. ¡He estado viviendo fuera, le he mentido con cara de habitante de Marte! Y el señor me ha mandado otra vez de excursión al fondo opuesto del mismo mostrador. Ahí otro caballero me ha vuelto a inscribir en la biblioteca pero esta vez con todas las comodidades de la era digital y así ha sido como por tercera vez he recaído en el mostrador del primer funcionario bibliotecario que esta vez sí, me ha entregado el libro y me ha dicho que espera verme pronto, que no tarde tanto en volver... 

¡Y aún dicen que las bibliotecas son aburridas!