martes, 1 de agosto de 2017

#Cuentocontigo. Extrema gravedad

Los árboles perdieron todas sus hojas, incluso los perennes. Las calles alfombradas de verde atrajeron a cientos de curiosos con sus cámaras fotográficas y a algún que otro botánico preocupado: "da la sensación que incluso las ramas quieren tocar el suelo" Así dieron comienzo las primeras horas de la Extrema Gravedad, un fenómeno global que continuó en los días sucesivos con un calor abrasador, y una enorme dificultad de niños y mayores para caminar, o mantener el cuerpo erguido. Hubo quién habló de una involución de la especie, del "homo sapiens" al "austrolopithecus" y los tertulianos de televisión presentaban las más disparatadas teorías sobre lo acontecido, causando una alarma general y los titulares más virales de los últimos decenios. Días después, del cielo, lejos de llegar la tan esperada lluvia, manaron cajas de aire acondicionado, macetas y antenas parabólicas, una tras otra. Horas después cayeron aviones y satélites. Ya no servían los móviles, ni los televisores, ni los tertulianos de ningún tipo. Nada parecía aguantarse enhiesto y sucumbía como imantado al influjo del suelo. Brigadas de limpiadores, ataviados con uniformes de guerra pugnaban por mover de la calzada los grandes bloques de desechos, sin resultado. Las autoridades, incapaces de reconducir la situación, declararon el estado de Extrema Gravedad sobre la Tierra, y huyeron de un lugar al que denominaron 'incompatible con la vida'. Los más acaudalados fletaron cohetes espaciales en busca de un sitio nuevo, sin fuerza gravitatoria alguna, en el que volver a construir sus rascacielos. Mientras tanto, en el globo terráqueo, los humanos supervivientes reptaban entre chatarra y hormigón, con la cabeza pegada al suelo, atentos al momento oportuno para levantar un mundo nuevo. 

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