Acabo de llegar del supermercado. En la sección de frutería, una señora de unos sesenta y pico años, se me ha quedado mirando fijamente con cara de gran preocupación y me dice toda alterada: - ¡¿Estas cojo?! - Sí, señora, de toda la vida. Ante mi inequívoca respuesta y tras unos instantes de duda me dice. -Perdón señor, que lo he confundido con mi esposo. Y se aleja en busca de su marido, al que oigo que le dice: - Te he confundido con ese señor. El marido, también pequeñajo, esmirriado y calvorota le contesta - Pero mujer, que yo no llevo barba, ni gafas, ni estoy cojo y para colmo ese señor va de negro. A lo largo del recorrido frutero, nos hemos cruzado varias veces, la buena mujer no podía evitar una avergonzada mirada de reojo. No sé si por haberme confundido con su familiar o por haberme recordado abierta, desconsoladamente y a voz en grito mi condición de minusválido.
Aquí hablo de libros y comparto mis cuentos. Para hablar un rato sin mover los labios
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lunes, 26 de noviembre de 2007
Besugadas
Historia verídica ocurrida al mejor lector de este blog, en el supermercado antes conocido como el Pryca...
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