Los únicos habitantes de la ciudad se encontraron hace tres días. Desde entonces no se han soltado la mano y caminan sin rumbo por las calles desiertas. No gritan, no ansían hallar a nadie más, simplemente avanzan entre ruinas y amanaceres. No hablan, pero se miran fijamente, muy adentro. Ayer ella sonrío y él le dio un abrazo. Parece que van a quedarse así durante un tiempo, por lo menos hasta que vuelva a salir el sol
El sol no brillará nunca más.
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