Una hora pueden ser sesenta minutos o años luz. Para medirla hay que olvidar el reloj, y usar los recuerdos. Hace diez años, el cambio de hora de octubre, suponía tener más tiempo para bailar en los bares. Una especie de flash back a la hora anterior, para exprimir al máximo la noche. Y en este fin de semana, esa hora extra se convierte en almohada y edredón. Sesenta minutos más para dormir, y no pensar en nada más. Sí, cómo hemos cambiado...
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