En mi no tan corta vida, he leído y vivido unas cuantas revoluciones y primaveras de cambio.
Me vendieron la modélica transición.
Me convirtieron en ¡europea, por fin! ¡Tan europea como los del norte!
Me hicieron creer que las mujeres y los hombres tendríamos los mismos derechos.
Me aseguraron que el acceso a la educación y la cultura, a la vivienda o al trabajo no sería cuestión de clases.
Me dijeron que pertenecía a un país privilegiado, y que la democracia venía para acabar con los viejos usos y costumbres...
Será por eso que no me impresionan tanto las novedades como al resto de mis conciudadanos.
No me entendáis mal, me ilusionan los nuevos tiempos y ser testigo de un futuro escrito por manos distintas, pero antes de festejarlo quisiera leerlo.
Y aviso a los nuevos cronistas, ya vengo necesitando que la letra de ese nuevo futuro no sea de tamaño pequeño.