lunes, 4 de mayo de 2020

Carta a los runners que se quejan

Me he identificado plenamente con el titular de Christian Peribáñez hoy en Heraldo de Aragón. "Gente en la calle quejándose de que hay gente en la calle" Es el titular que yo vengo rumiando desde el sábado y también quiero sumarse a los quejas, pero esta vez a quejarme de los que se quejan.

Vengo a tirar de la oreja a los que llevan años inundando nuestras redes sociales de sus perfectas fotos de runner, con su material de marca pututú y sus músculos magros y estilizados. Resulta que ahora les molesta que personas con barriguita, celulitis y algún que otro chándal de táctel se crucen en su camino. Incluso al pasarles comentan con toda la bilis y sin cortapisas sus vaticinios, más propios del mismísimo Nostradamus: "Buah, de estos (mirando despectivamente a un debutante)  mañana ni rastro" "En una semana no podrán ni mover el flequillo", "No dejan sitio a los verdaderos runners, qué horror"... ¡STOP!

¡Runners del mundo! Siento deciros que tras 50 días encerrados, y muchos sin hijos ni perro, al abrir la puerta de casa el pasado sábado solo queríamos correr, quizá por huir, o por recuperar todos los días perdidos, un mes entero que ha pasado sin que pasara nada (¿quizá os suene que ha habido un confinamiento?); Sí. Queríamos sentir el viento en la cara, e incluso notar el dolor de las agujetas que es lo más parecido a vivir que a muchos nos ha pasado últimamente. 

Las calles son de todos, todos las pagamos y ojalá, pasados los primeros episodios de dolor muscular, los no-runners vuelvan a calzarse su ropa de no-diseño y salgan a trotar por ahí fuera. Os juro que ahora mismo soy su quijota, su caballero de brillante armadura, y me siento identificada con todos y cada uno. Y sí. También hoy me duelen las piernas, y los pies, y hasta los brazos porque ayer salí y corrí, y galopé y casi volé y vuestra cara de rechazo no me afecta lo más mínimo. ¡Pienso repetir! ¡Aunque vuestro paisaje se afee o se enturbie!

Antes, os quejabais de la tristeza de ver vacía vuestra ciudad, vuestras calles, salíais al balcón a ver y aplaudir a otros seres humanos, pues bien, seres humanos son también los que corren y salen a caminar, o a ir en la bici de sus hijos pequeños, pero en las quejas que escucho solo encuentro egoísmo. Algún día también fue vuestro primer día y tuvisteis agujetas, y os arrepentísteis y dijisteis, ¡no salgo más a correr! Así que dejadnos sufrir en vuestra compañía, que ya hemos estado demasiado tiempo solos, y si nos veis, ¡haced hueco! ¡Algunos venimos para quedarnos!

lunes, 27 de abril de 2020

#Comelibros: La hija del Comisario. Memorias de posguerra en Soria

La hija del comisario. Memorias de posguerra en Soria
por Ana María García Terrel
Círculo Rojo, 2020
141 páginas


Conozco a Ana García Terrel gracias a un programa de radio. Ambas compartimos la pasión por los juegos de palabras y participamos cada domingo en el espacio radiofónico "Toponimia, nimia" que dirige y presenta Miguel Mena en Radio Zaragoza. Ana es algo mayor que yo, nació en 1934, pero con ella se puede hablar de cualquier tema y época. Ana es una mujer curiosa, inteligente, y siempre ávida de aprender, será que vivir una guerra y una posguerra forjan el carácter: el suyo es el de una luchadora nata. Contra viento y marea consiguió estudiar una carrera con las mejores calificaciones y doctorarse en Madrid. Ha escrito numerosos libros y artículos pero esta vez nos regala su peripecia vital, la que le llevó de su Soria natal a las puertas de la Universidad de Zaragoza. Unas memorias que nos dejan ganas de saber más y nos ayudan a dibujar el perfil de todas las mujeres que nos han antecedido para allanarnos el camino. Gracias, querida Ana. Es un placer leerte y tenerte como amiga. 
#11
#Lecturas2020

domingo, 26 de abril de 2020

#Comelibros: Historia de una ballena blanca

Historia de una ballena blanca
por Luis Sepúlveda
Tusquets editores, 2019
96 páginas


El repentino fallecimiento de Luis Sepúlveda me generó la necesidad urgente de leerle. Así he llegado a esta preciosa (y triste) historia narrada por una gran ballena blanca, la mítica Mocha Dick, como la llamaron los hombres que durante años trataron de darle caza. Su voz, su sabiduría milenaria, nos llega a través de una caracola de mar (concha de loco) y nos sumerge en las aguas oceánicas próximas al cabo de Hornos, tierra de balleneros y refugio de los más diversos cetáceos. No dejéis de leer este relato, que nos hace reflexionar sobre los arponeros de antaño, convertidos hoy en sociedad consumista que está contaminando el medio natural y condenando a sus criaturas.  

#10
#Lecturas2020

viernes, 24 de abril de 2020

#Comelibros: Alegría

Alegría
por Manuel Vilas
Finalista Premio Planeta, 2019
360 páginas

Llegué a Alegría como dosis feliz antes de acometer Ordesa, la novela anterior de Vilas que podría decirse que tiene en ésta, si no su continuación, una reverberación consciente. En primera persona, mezcla de autobiografía y ficción, Alegría narra la búsqueda de consuelo de un escritor tras la pérdida de sus padres. El protagonista, azorado por la depresión que le acosa, rescata del olvido la personalidad de sus progenitores, y los momentos alegres, queriendo legar a sus hijos un buen puñado de grandes recuerdos, para cuando él ya no esté. Alegría es una oda al amor, entre padres e hijos, una oda a aprovechar el tiempo que nos es dado juntos, y saborearlo.
#9
#Lecturas2020


jueves, 23 de abril de 2020

#Cuentocontigo. Especial SAN JORGE 2020

El misterio de las rosquillas
Ganador del XVI Concurso de relatos Fernando Lalana del Casco Histórico de Zaragoza


¿Han visto alguna vez amanecer en el Barrio del Gancho? Pocos lugares de Zaragoza se desperezan con tanta belleza, se lo aseguro. De arriba abajo, como se viste una novia, el sol parpadea en cada azulejo de la Torre de San Pablo. Un juego de luces en Morse se desliza hacia el empedrado de la calle Predicadores y se posa en los collares de los primeros perros que sacan de paseo a sus dueños. Desde que me mudé al barrio, asisto cada mañana en primera fila a este espectáculo, casi mágico, que ilumina cada rincón de estas calles como si fuera su primer día en el mundo.

La mágica quietud se rompe también con la misma puntualidad, cada día, a la misma hora. La culpable no es otra que Doña Leonor, que levanta, no sin dificultades y unos cuantos juramentos, la persiana de su quiosco. Sin embargo, esta mañana el sol ya está en el centro del cielo y la quiosquera aún no ha aparecido. Los periódicos yacen apilados en un lateral, sin nadie que los lea. Cuando bajo a la calle poco después, descubro extrañada que el quiosco sigue cerrado; y no soy la única, otros vecinos se han acercado y comentan que nunca, en no sé cuantos años, habían madrugado más que Doña Leonor.