viernes, 29 de enero de 2010

Castigada sin salir

Tengo una amiga nueva. La verdad es que me lleva unos cuantos años, vamos, pero apenas se nota. Nos reímos mucho juntas, tenemos ideas disparatadas y cada una es consciente de las limitaciones de la otra. Ella no puede mover bien el brazo izquierdo y yo nunca tengo demasiado tiempo, así que aprovechamos nuestros momentos al máximo. El otro día quería quedar con ella y darle una clase de conducir. Nunca lo había hecho y pensé que le gustaría. Cuando se lo conté, estaba la mar de ilusionada. No dejó de reírse. Pero cuando fui a buscarla me dijeron sus hijos que no podía salir. Que estaba castigada. Y cerraron la puerta. Poco después, recibí una llamada suya, la hacía a hurtadillas, desde el baño. Hablaba bajito para que sus hijos no la oyeran y se volvieran a enfadar. Le dijeron que con 80 años, ¿cómo pensaba en locuras como aprender a conducir? ¿Que si no era consciente de su edad? Le pedí perdón por meterla en un lío aunque mi intención no era ponerla en peligro en ningún momento. Un amigo de una autoescuela le iba a dar dos indicaciones y él llevaría el coche. Solo quería hacerla feliz. ¡Y yo que pensaba que al hacernos mayores somos libres para hacer lo que nos venga en gana! ¡Qué equivocada estaba! Le mando un beso a mi amiga, una jovenzana octogenaria sin parangón.
P.D. Vale. Sus hijos no se enteraron pero nos escapamos a conducir al día siguiente. ¡Se lo pasó pipa!

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