lunes, 5 de julio de 2010

Asesina en sueños

Delirante. Soñé que había matado a un hombre. No sé cómo lo maté ni quién era. Pero era un hombre. En el sueño ya estaba muerto y me vi a mi misma, casi a vista de pájaro, escondiendo el cadáver entre plásticos en una especie de armario. Será que en los sueños no hay mal olor porque eso no me preocupaba en absoluto. El lugar tampoco era conocido. Parecía la cocina de un restaurante. Yo me afanaba en cubrir el cuerpo. No me hagáis caso pero quizá no estaba de una pieza. Y quizá yo me estuviera lavando las manos. Pero eso no sé si lo he recreado después o de verdad sucedió. Y después trataba de borrar mis huellas de escena. Aún a sabiendas de que me iban a pillar, actuaba con parsimonia. Sin embargo, desperté asustada. Creyendo que era cierto. Que ese muerto caería sobre mis espaldas. Que la policía llamaría a mi puerta en unos minutos. El corazón me iba a cien y no podía sobrellevar la culpabilidad. Se me leía en la cara. No, no fue la policía quién llamó, era el despertador el que no dejaba de sonar, una y otra vez, y yo envuelta en sudor, con los ojos abiertos como platos, esperando que me esposaran y me llevaran a comisaría. Cuando el segundo despertador sonó -sí, tengo dos-, cinco minutos después, caí en la cuenta de que era un sueño. No había muerto, no había culpa, no había crimen, ni cómplices, ni arresto. Pero durante las horas siguientes, incluso hoy, -tres días después del sueño-, tengo la certeza de que soy una asesina, en sueños, pero asesina. Y ahora solo querría volver a soñar en el punto donde lo dejé para saber a quién he matado. Aunque me da la sensación de que no estoy nada arrepentida. ¿Volveremos también las asesinas en sueños al lugar del crimen? -Solo deseo que no sea un FlashForward de esos-

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