Lavar y cortar el calabacín es el inicio del rito. Una ceremonia solitaria y silenciosa. A solas, entre sartenes y pucheros, no pienso en nada más. La cantidad justa de esto y de aquello. Otra vuelta de larga cuchara. El fuego más lento ahora. Sin pausa y por supuesto sin prisa, el llamado "calabacín feo" de la tienda se ha convertido en una deliciosa crema de domingo por la noche. Este es tal vez uno de mis dones. O tal vez no, aunque quien lo ha saboreado dice que el resto de la semana... se pasa volando (o soplando, si es demasiado impaciente)
Mmmm... Seguro que tiene que estar riquísima... Y con el frío que hace apetece bien calentita...
ResponderEliminar¿Y con qué ingredientes la haces?. Aparte de con mucho amor y cariño, claro...
Besicos.
fdc