Aún lo tengo guardado en el bolsillo. De vez en cuando una calle, un edificio, una tienda de helados se me aparece y tengo que ubicarla en el mapa. Callejeo con los dedos, cruzo puentes, hago fotografías imaginarias.
Ayer cené otra vez en un italiano. Fue querencia... o ensoñamiento. La calle Don Jaime I ya no era tal. Volvía a ser el Cardo, con su adoquinado.
Viajar es multiplicarse. Ahora soy de Zaragoza, y también de Roma y de cada uno de los pueblos donde he parado, y de Nueva York, y de París, y de Cuenca y de Teruel y de Berlín. Y de casi todos estos lugares tengo un plano. Para volver a encontrarme allí siempre que quiera...
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