Salió de la agencia de viajes con los billetes en la mano y no dejó de correr hasta llegar a casa. Le dio tiempo de esconder la sorpresa antes de que ella volviera del trabajo. Ya más sosegado, volvió a repasar su plan. Ella no debía saber nada hasta llegar al aeropuerto dentro de dos días. Tenía que preparar su maleta, y disimular solo 48 horas más... ¡Su mujer era un hueso duro de roer! ¡Capaz de interrogar a un espía ruso y hacerle cantar como un ruiseñor! En eso pensaba cuando la oyó entrar, ¿Por qué sonríes?, le dijo mientras le plantaba un beso. No, por nada, pero... este sábado no hagas planes, nos vamos de excursión, ¿te parece bien? ¿De excursión? ¿Dónde? Ella preguntaba y preguntaba. Tenía mil tretas para sacarle todos los secretos, pero esta vez no iba a conseguirlo. Preguntó y preguntó toda la tarde y toda la noche. Con besos zalameros, inventando juegos de palabras, diciendo posibles destinos de la excursión,... Él resistía: Cariño, no pienso decirte cuál es la sorpresa, pero cuando estemos en Argentina, ¡no te lo vas a creer! Lo dijo sin darse cuenta, se le escapó en mitad de la cocina, mientras cargaba el lavavajillas, ¡ni siquiera fue capaz de guardar el secreto más de seis horas! Ella, que estaba justo al lado secando unas copas le miró atónita. Pensó que su marido estaba bromeando, hasta que vio como se tapaba la boca exageradamente y se lamentaba como si alguien le hubiera pisado en el dedo pequeño del pie...¿Argentina has dicho? ¿El país a miles de kilómetros? ¿Cruzando el océano? Él movió la cabeza afirmativamente y cabizbajo fue a buscar la información del viaje. Ella le siguió dando saltos por el pasillo, sin dejar de preguntarle todos los detalles del viaje.