Comenzar el día con un donut, no lo convierte en un día redondo. Y eso que era de chocolate. Tampoco que el sol brille, tu piel esté morena y los pantalones que más te gustan no hayan perdido su color con los lavados. Tanto spot para nada. Hoy, con la sonrisa puesta, he salido a recibir a alguien entrañable que quería verme. Y ese alguien ha echado a rodar mi redondo día recién estrenado acera abajo.
El chasco ha sido mayor porque con este encuentro, yo estaba segura de oír de su boca un "a tus pies", un "gracias me ha encantado", un "eres una periodista con sentimientos, de las que ya no quedan" y ya tenía preparados mis "el placer fue mío", "contigo los reportajes salen solos", "llámame cuándo quieras, a tu servicio"... Y ha sido que NO. Mi reportaje le ha parecido corto, y poco artístico, y de mi montaje de video, no ha entendido nada. Vamos, que me ha dado una buena lección de buena mañana. ¿Los reportajes a quién tienen que gustarle? ¿Al reportero o al reportajeado?... ¡Ni a uno ni a otro! ¡Si le gustan al jefe, pin pan fuera!
Lo dramático del caso es que me ha afectado. Porque ha sido uno de los repor a los que más cariño, mimo y tiempo le he dedicado, pero el efecto no ha sido recíproco. Para él, 3 minutos han sido pocos, para mí eran los 3 minutos mejores del año. Cantidad y calidad, ¿se pondrán alguna vez de acuerdo?...
Con estas cosas se le bajan a una los humos, que llevaba varios días recibiendo palmaditas en la espalda... ¿Será verdad la teoría de las cerillas de "Como agua para chocolate"?