lunes, 22 de febrero de 2010

Ella y Él

Ella pasea por el parque mientras escucha canciones de desamor. Es su vicio particular. Tiene más de mil pero justo ahora ha sonado esa que logra emocionarla más de la cuenta. Busca un banco solitario para que nadie la vea llorar. Tras el disgusto saca una libreta de su bolso y escribe tres palabras. Se limpia las lágrimas y busca otra canción en el Ipod. Él cruza el parque emocionado con su nuevo cómic de asesinos en serie. Se sienta en un banco, no puede esperar para devorar su ración diaria de sangre. Por un momento es el protagonista y piensa cómo matar a su próxima víctima. Será mujer. Morena esta vez y de ojos marrones. Quizá la estrangule mientras la besa, aunque "es tan perfecta,.." Ella viste camiseta rosa, vaqueros, zapatillas blancas. Se mueve gracil entre la gente imaginando el videoclip de otra canción de amor perdido. Él, completamente de negro. Camiseta de Marilyn Manson, pantalones ajustados, pulsera de cuero y tachuelas, botas. Avanza hacia el lugar acordado recreando un nuevo crimen gratuito, sin motivo, sin pasión. Ella se para a mirar los tulipanes que han empezado a brotar y se pregunta si alguien le regalará un ramo alguna vez. ¿O prefiere margaritas? Él sigue avanzando por el parque absorto al papel, es un apuñalamiento, hay sangre por todas partes. Se pregunta por qué el asesino se ha enamorado, ¿acaso tiene sentimientos? Eso le preocupa durante un par de metros, hasta que su criminal preferido limpia el cuchillo y muestra al reír su diente de oro,... Ella llega antes y le espera. Le gusta ser la primera, verle caminar, despistado, buscándola entre la gente. Una niña de rizos amarillos se planta ante ella y las dos se dedican monerías. Él levanta la cabeza y la distingue enseguida entre la multitud. Imposible no hacerlo. Le gusta cómo sonríe, cómo se mueve, cómo le mira,... De la escena quitaría a esos horrorosos niños que están en todas partes, que se aparten, que la dejen en paz,... Ella y Él. Se abrazan a mitad de camino y no dejan de besarse, no pueden evitarlo. Dan vueltas y más vueltas, juntos, totalmente pegados, como si por fin sonara una canción de amor, como si hubieran escapado esta vez del cuchillo del asesino en serie.

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