Cada mañana la misma pregunta, y cada mañana, idéntica respuesta. Otro día más sin que Doña Adela reciba carta, y ya son dos años, seis meses y tres días. O eso es lo que asegura el cartero del barrio que jura y perjura que en todo ese tiempo no le ha llevado ni una una postal, ni siquiera una citación médica o un extracto bancario. Sin embargo, ella no ha dejado de preguntarle ni una sola mañana si tenía correspondencia. Así es Doña Adela, la vecina más antigua del bloque y la que siempre está en casa. Ella es la que abre la puerta al revisor de los contadores del gas y del agua, la que riega las macetas de los que no están, la que tiene a mano el ingrediente que falta, la que saluda y pregunta por la salud de toda la familia. En invierno sale hasta los buzones para ofrecerle al cartero un caldo caliente. Y en verano, el botijo. Esa es Doña Adela, la vecina del bajo derecha.
El día que se marchó, el cartero aún no había hecho llegado a hacer la ronda por el edificio. Le han contado que todo fue muy rápido. Llamaron al telefonillo, ella abrió, intercambiaron unas palabras e inmediatamente cogió su abrigo y se fue sin despedirse. Pasados tres días, el presidente de la comunidad, en representación de los vecinos, intentó localizarla. Llamó al cuartelillo, a la policía, a hospitales, residencias de mayores, albergues de transeúntes. Pero todo fue en balde. El paradero de Adela Pinto Segura se había convertido en un gran misterio. Denunciaron su desaparición, incluso colocaron anuncios por el barrio y en la prensa local, pero nadie llamó, ¡ni los del programa de televisión de las mañanas!
Hoy se cumplen tres meses sin Doña Adela y una postal ha llegado a su nombre. El cartero ha llamado alborozado a los vecinos y les ha reunido en el zaguán. Todos, en círculo, se han pasado la tarjeta varias veces. Leyendo y frotándose los ojos. Sin entender. Está firmada por Doña Adela. Dice que está bien, de vacaciones. Que hace buen tiempo y la gente es muy amable. Da recuerdos para todos y dice que volverá a escribir. En votación improvisada, los vecinos presentes decidieron poner la tarjeta postal y las que fueran llegando en la puerta de la vecina ausente. El presidente ha adelantado que cuando ya no quepan más, convocará junta extraordinaria para analizar la situación. Mientras tanto, cada semana reciben carta de Doña Adela. La de hoy, desde Zaragoza.