No sé qué hace una reina cuando por fin está sola en su habitación, se quita la corona y puede dejar de saludar y sonreír. Supongo que se quita los tacones, los lanza lejos y se acuesta en su cama tras soltar un gran resoplido. Tal vez se haga una infusión o unas palomitas y pasee descalza con un pijama gigante por todo el cuarto, buscando una buena película para ver en el deuvedé o un libro que tiene a medias y no puede dejar de leer...
Digo que no lo sé, pero ahora podría marcar los doce números de teléfono de las doce reinas de mi agenda, y preguntarles. Podría, pero después de una semana de representaciones me consta que hoy estarán muy cansadas. Quizá una de ellas vuelva al Teatro Principal a ponerse su corona y su vestuario de reina; quizá otra siga durmiendo algo más de lo habitual; sería genial que a una o a todas las reconocieran hoy en el autobús, o en la puerta del colegio, o en el súper, o cuando abren la ventana para airear su habitación... Mañana se lo preguntaré.
Dejemos que esta noche todas duerman... a cuerpo de reina.
Dejemos que esta noche todas duerman... a cuerpo de reina.