domingo, 1 de octubre de 2023

#Comelibros: La extraña desaparición de Esme Lennox

La extraña desaparición de Esme Lennox
por Maggie O'Farrell

Salamandra, 2009
224 páginas

Iris recibe una llamada que trastocará casi todo... El viejo psiquiátrico de la ciudad va a cerrar y le preguntan si va a hacerse cargo de su tía abuela. La sorpresa de Iris es mayúscula porque nunca ha tenido noticia de que su abuela tuviera una hermana y ésta, con una enfermedad degenerativa, no mantiene una memoria lúcida. Iris se ve enfrentada a la necesidad de saber quién es esa anciana que responde al nombre de Esme y por lo que le han contado lleva encerrada desde los dieciséis años. El libro salta hacia delante y hacia detrás para llevarnos hasta la verdad, aunque pueda ser dolorosa; ahonda en secretos de familia y da voz a los largos silencios ocultos. #23 #Lecturas2023

domingo, 24 de septiembre de 2023

#Comelibros: Te di ojos y miraste las tinieblas

Te di ojos y miraste las tinieblas
por Irene Solà

Anagrama, 2023
176 páginas

En esta segunda novela de la catalana, -tras el éxito 'indie' de 'Canto yo y la montaña baila'-, la autora nos invita a un cuento de brujas, a un mágico y elaborado artificio literario que une el folclore narrativo de su tierra con el realismo mágico y evoca un relato de mujeres a través del tiempo en un mismo espacio. Todo comienza con un pacto con el diablo de la matriarca de la familia para conseguir marido; compromiso que afectará al resto de sus descendientes y se circunscribe a un entorno concreto, la casa maldita, la masía Clavell. Por las páginas de Irene Solá transitan las mujeres de esta familia -Margarida, Blanca, Bernadeta,...- y también las tradiciones, usos y costumbres de antaño, aderezadas con saltos en el tiempo y el anuncio de una defunción que se celebra en un aquelarre familiar entre tinieblas. Texto en ocasiones demasiado barroco y confuso pero plagado de talento y de sensaciones -hasta  escatológicas-, que definen a una grande de nuestras letras. #22 #Lecturas2023

sábado, 9 de septiembre de 2023

#Comelibros: Gozo

Gozo
por Azahara Alonso
Siruela, 2023
226 páginas

Las claves de Gozo. A medio camino entre el diario, el ensayo y la narración, Azahara Alonso reflexiona sobre el yugo del trabajo en la sociedad actual, y confronta la dictadura del tiempo útil y productivo frente a las horas "muertas", esos momentos en los que elegimos no hacer nada, dejarnos llevar... Gozo es un título polisémico, que por supuesto hace referencia al disfrute, al dolce farniente, al ocio e incluso al aburrimiento feliz, pero Gozo es también el nombre de la isla de Malta en la que la autora decidió instalarse a vivir una temporada junto a su pareja. Cumplió así el sueño de muchos -me incluyo- de alargar los días de playa, de olvidar las prisas y poner en práctica la pregunta mágica que cambia vidas.... ¿Y si...? Si tú también te lo has planteado alguna vez, y si arrastras tus pies por la semana laboral deseando vivir otra vida, ¡tienes que leer Gozo! Muerde el tentador melocotón jugoso de su portada y deja que tu cabeza comience a hacer planes... #21 #Lecturas2023

lunes, 28 de agosto de 2023

#Comelibros: Los chicos de la Nickel

Los chicos de la Nickel
por Colton Whitehead

Literatura Random House, 2020
Premio Pulitzer 2020
224 páginas

Elwood Curtis es un chico negro estadounidense que trata de forjarse un futuro en una época -años 60- en la que el color de tu piel determinaba tu destino -segregación amparada por las leyes Jim Crow-. Criado por su abuela y abducido por las palabras de Luther King, Elwood recibe la inspiración para salir adelante e ingresar en la Universidad pero su inocencia le impide ver que a los negros no se les permite cometer ni el más mínimo error -o lo que los blancos quieran considerar un error- y eso, puede frenar en seco sus expectativas. Con quince años es internado en un reformatorio de Florida -la Nickel-, -de forma totalmente injusta -auténtica casa de los horrores, en la que sus dirigentes abusan y maltratan a los chicos por el mero hecho de ser negros. Novela basada en hechos reales  -el reformatorio existió y fue cerrado tras un siglo de maltrato y crueldad- en la que seguimos los pasos de Elwood y otros internos -ficcionados- hasta 2010. Entre ellos, Turner, que se convertirá en el mejor amigo de Elwood y también le dará las claves para sobrevivir al infierno del reformatorio. El prólogo del libro nos recuerda que hace unos años se hallaron 80 cadáveres enterrados de jóvenes que habían sido internos del reformatorio, y desvelaron a la opinión pública la forma en la que era dirigido el lugar y el racismo imperante. Emocionante lectura con final sorpresivo y recordatorio del odio que no cesa hacia quienes nacen con un color de piel diferente. Elwood y Curtis bien podrían ser personajes de Dickens o Mark Twain, unidos contra la injusticia con las únicas armas de su amistad. #20 #Lecturas2023

Cuento de verano

 ¿Conocen al señor Tang?

Publicado en Heraldo de Aragón
28/08/2023

La fama del señor Tang se había extendido por todo el pueblo, incluso había trepado hasta mi cuarto, donde una página llena de divisiones por dos cifras me tenía preso. “¿Acabas ya?”, el grito de Manu bajo mi ventana no ayudaba a la concentración y, aún peor, alertaba a mi madre carcelera que redoblaba la presión y la vigilancia. “Toño, si no hay deberes, no hay calle, tú mismo. Salgo a la compra, a la vuelta quiero esas divisiones hechas y comprobadas. ¿Entendido?”. Con un lastimero “sí, mamá” volví a la tortura de la tabla del 9, recitada en silencio como un salmo que me perdonara la vida. Mientras, desde la acera, Manu seguía a la suya: “¿Acabas ya o qué, tío? ¡Que he visto salir a tu madre! ¡Déjame entrar, anda!”. ¡Que no puedo, Manu!, grité desde la mesa, a la par que emborronaba el papel con rabia y sin resultados. Como una hidra bajé las escaleras y abrí la puerta con la intención de abroncar a Manu, que me esperaba exhibiendo una calculadora científica con expresión chulesca. Diez minutos después estábamos en la calle desierta de un pueblo desierto en pleno agosto. Éramos los únicos pringados que no se habían ido de vacaciones. Por no tener, no teníamos ni bicicleta. Había sido requisada por nuestras malas notas. Pero ese verano iba a ser distinto, por fin iba a conocer al famoso señor Tang. Al trote y cobijados en los soportales, para evitar ser interceptados por vecinas espía, salimos del pueblo. Seguimos el curso del río hasta el paraje donde se levantaba el chalé del misterioso Tang. Rodeamos el vallado hasta llegar a la cancela, que estaba abierta de par en par. Del interior no llegaba ruido alguno, y arropados por el murmullo del agua y el zumbido de los insectos cruzamos al otro lado. Avanzamos sigilosamente pegados al muro de la casa hasta que distinguimos una figura masculina. Estaba arrodillada en el jardín, con un sombrero estrafalario, lo que nos impedía ver su cara. Entre susurros pregunté a Manu si era el señor Tang, pero confesó que nunca lo había visto en persona, pese a que presumió de ello durante semanas. Con toda mi rabia le arreé una buena patada en el culo, que le pilló tan desprevenido que provocó un grito de queja y llamó la atención del hombre, que en cuatro zancadas se plantó ante nosotros. Era viejo, tendría unos 60 años, y expresión severa. Mi amigo y yo temblábamos como una hoja, y a punto estuvimos de mojar los pantalones cuando vimos que levantaba la mano. Sin embargo, solo nos tocó el hombro y quiso saber si nos encontrábamos bien. Asentimos muertos de vergüenza, y ante nuestro asombro, volvió a su labor tarareando, sin importarle nuestra presencia. Envalentonados, nos acercamos y vimos que plantaba un pequeño árbol. “¿Me echáis una mano, chicos? –dijo–. ¡Sujetad el tronco, por favor!”. Mientras ambos lo aferrábamos, él cubría el hoyo con tierra y la apelmazaba. “Bueno, ya solo os falta escribir un libro y tener un hijo, pero para eso aún os queda mucho, eh, chicos. Soy José María, ¿os apetece tomar un Tang?”. Así fue como descubrimos que Chema, como enseguida comenzamos a llamarle, no era un chino mandarín, y sí un loco por la limonada de moda y los juegos de mesa. Aquel verano aprendimos a jugar al ajedrez, las damas y el Monopoly, y el señor Tang nos confió un truco mágico para dividir por dos cifras que, como juramos, nunca sería revelado.