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sábado, 15 de noviembre de 2014

#Cuentocontigo. Cita en Las Vegas


Pisó todas las baldosas blancas, hasta llegar a su mesa de siempre y colocó la silla frente al gran ventanal de la entrada. Quería ser la primera en verle entrar. Jugó a adivinar de qué color sería esta vez su pañuelo en la americana. Si es verde, hoy me pide matrimonio, pensó. Si es de color grana, se retirará con prisa, y no volveré a verle después. A las cinco en punto la silueta de él se recortó entre los arcos del Paseo. Avanzaba seguro, con la cabeza erguida y los ojos chispeantes. En la puerta de Las Vegas, saludó al camarero y oteó la sala hasta encontrarme. Con una enorme sonrisa, se quitó el sombrero y avanzó hasta nuestra mesa con una agilidad propia de Fred Astaire. Besó mi mano, y tras quitarse el abrigo me dejó ver su precioso pañuelo verde. 

-¿Me puedo llevar esta silla? Una jovencita algo gritona me sacó de la ensoñación. Le dije que sí, y se reunió con otras chicas gritonas de su edad en la mesa de al lado. El camarero al fin llegó y trajo mi café con leche. 

-Perdone, señora, es el día de la inauguración y estamos desbordados de gente. ¿Conocía usted Las Vegas de antes? 
-Sí, mi marido y yo nos conocimos aquí y veníamos cada tarde. 
-¿Y qué le parece ahora? ¿Cree que hemos recuperado el espíritu del local? 
Tras mi cabeceo afirmativo, el chico se acercó a otra mesa y me dejó sola con mi café con leche. Después, sin pisar ni una baldosa negra volví al Paseo para coger el tranvía, pero antes el joven camarero salió a mi encuentro
-Señora, ¿se ha dejado usted este pañuelo verde sobre la mesa? ¿Es suyo, verdad?
Algo confusa, cogí el pañuelo. Quise darle una propina para agradecérselo. Él la rechazó y dijo, ¡hasta mañana!.. Y yo no pude rechazar su amable invitación.

lunes, 3 de noviembre de 2014

#Cuentocontigo: Fue la niebla


Cecilia salió con su bici como cada mañana, equipada y protegida para cualquier incidencia. Móvil cargado, agua, coderas, rodilleras, casco. A su 82 años no podía arriesgarse a una caída, ¡o su hija comenzaría con la retahíla de siempre!: mamá, tú ya no tienes edad para ciertas cosas; mamá, ya no eres una jovencita; mamá, ¿por qué no haces las cosas que hacen las señoras de tu edad?, ¿Es que siempre tienes que dar la nota? 

Cecilia pedaleaba y pensaba en su hija. Tenía 50 años y aparentaba el triple. Siempre tan responsable, tan pendiente de las normas, tan perfecta,... Nunca la había visto fuera de lugar, ni siquiera despeinada, definitivamente no había heredado sus genes, en todo caso, solo se parecían en la cabezonería, esa con la que una y otra vez le machacaba: mamá, eres una anciana, no una adolescente, es hora de pensar en una residencia.

¿Una residencia? ¡Ni loca! Ella sola se valía y se sobraba. Su casa era su castillo y su hogar a la vuelta de  recorrer la ciudad en bicicleta o viajar o salir al teatro o a bailar, y de ahí la tendrían que sacar con los pies por delante. Ni hija ni espíritu santo le harían cambiar de idea.

Al mentar al espíritu santo, Cecilia se percató de que estaba perdida. Dejó de pedalear y se apeó de la bicicleta. Alrededor todo era blancura y silencio. Buscó el teléfono, pero no había cobertura. ¡Si su hija la viera ahora este sería el final de sus aventuras! Decidió gritar, llamar por si alguien la oía..¡Hay alguien ahí! ¡Me he perdido!...

Una voz de mujer contestó de inmediato, y parecía próxima. ¡Es la niebla!, dijo. No se preocupe, usted siga hablando, la localizaré e iremos juntas. Cecilia verbalizó toda su indignación materno filial en un momento, habló a aquella invisible desconocida de todo lo que aún le quedaba por viajar, por leer, por saborear,.. .por contar. Una mano la agarró con fuerza poco después. Ese fue el día que conoció a Carmen, su amiga nonagenaria de la que se volvió inseparable. Ahora deben estar tomando unas cervezas en Praga, o leyendo en una playa o jugando a las cartas antes de salir a bailar. Cuando les preguntan cómo se hicieron amigas, las dos coinciden: fue la niebla.


sábado, 1 de noviembre de 2014

Cuento contigo. Escribe, escribe,...

Tengo tanto que contar. Todo dentro de la cabeza, en un hatillo que no deja de moverse errante de hemisferio a hemisferio. Tengo cuentos pequeños y grandes. Tengo historias largas y muy cortas. Tengo relatos para niños, y para no tan niños. Tengo una biblioteca entera dentro de la cabeza que empuja para poder salir. Tengo un huracán, cien tormentas de granizo, y ese incesante viento helado que ordena y desordena y me susurra cada día: escribe, escribe...

lunes, 13 de octubre de 2014

#Cuentocontigo Siempre es verano

Duerme con camiseta de tirantes y short de algodón y recorre la casa descalza o en chanclas. Los cristales lluviosos no la intimidan, ni siquiera el viento de octubre que despeina los geranios logra amedrentarla. La única concesión a sus pies congelados ha sido embutirse las chanclas con calcetines. Para combatir el frío, baila y mueve de aquí para allá sus piernas interminables. Entre estornudos y piel de gallina jura y perjura que aún no ha terminado su verano.

viernes, 10 de octubre de 2014

miércoles, 1 de octubre de 2014

#Cuentocontigo: Evasión

No escuchó los golpes en la puerta, ni el silbato de la olla exprés, ni el insistente teléfono móvil, ni los muebles de los vecinos arrastrándose en el piso de arriba. Su marido la encontró a medio vestir, sentada en el suelo, con los ojos muy abiertos al infinito del patio de vecinos. Pero, ¿qué ha pasado? le susurró asustado. ¿Estás bien? La llamó por su nombre, la zarandeó, la abrazó angustiado y sollozó muchas más veces su nombre. El final del día se había convertido en noche cuando ella al fin se levantó sonriendo a su marido y entró en la cocina. Desde allí se escuchó alta y clara su voz, decía que se había quemado la cena y sería buena idea llamar a un chino.

domingo, 28 de septiembre de 2014

#Cuentocontigo:La cometa


La encontró por casualidad. Hacía años que nadie jugaba con esa vieja cometa. Recuerda que fue el regalo de cumpleaños para el mayor de sus hijos, pero fue el pequeño quién más la disfrutó. Salían al monte a verla volar los hijos y el padre mientras ella les hacía fotografías. ¿Dónde las habrá guardado? Buscando las fotografías viejas de aquella cometa, se pasó rápida la tarde. Ahí estaban los hijos, muchos años antes, y su marido, abrazándoles. ¡Qué felices fueron con aquella cometa roja! Ensimismada en sus recuerdos no se percató de que el traqueteo de la lavadora había cesado. La segunda colada del día. Sábanas y sábanas que ondeaban al viento, en un tendedor en el que ya no cabía más ropa. La voz del marido se oyó al fondo del pasillo. Gritaba. La mujer tiró al suelo las pinzas, acudió nerviosa a su llamada. Otra vez le llenó de besos, le acunó en sus brazos, cambió con cuidado las sábanas, le aseó como a un niño y veló su sueño. Volvió a la cocina, con más sábanas para lavar... y sin espacio en las cuerdas. Miró al cielo, quizá rezando, o quizá para contener la rabia, y tal vez una cosa llevó a la otra. Un zurcido en la tela, un par de nudos y la cometa otra vez flotando cerca de las nubes, cargada de sábanas y pijamas ondeando al aire. María todavía se atrevió con una tercera lavadora aquella noche. Después se acurrucaría junto a su marido niño, y le contaría la historia de aquella cometa roja que había venido a visitarles.

Para Mamen, un cuento con cometa. 

domingo, 21 de septiembre de 2014

#Cuentocontigo: Sorpresa


Salió de la agencia de viajes con los billetes en la mano y no dejó de correr hasta llegar a casa. Le dio tiempo de esconder la sorpresa antes de que ella volviera del trabajo. Ya más sosegado, volvió a repasar su plan. Ella no debía saber nada hasta llegar al aeropuerto dentro de dos días. Tenía que preparar su maleta, y disimular solo 48 horas más... ¡Su mujer era un hueso duro de roer! ¡Capaz de interrogar a un espía ruso y hacerle cantar como un ruiseñor! En eso pensaba cuando la oyó entrar, ¿Por qué sonríes?, le dijo mientras le plantaba un beso. No, por nada, pero... este sábado no hagas planes, nos vamos de excursión, ¿te parece bien? ¿De excursión? ¿Dónde? Ella preguntaba y preguntaba. Tenía mil tretas para sacarle todos los secretos, pero esta vez no iba a conseguirlo. Preguntó y preguntó toda la tarde y toda la noche. Con besos zalameros, inventando juegos de palabras, diciendo posibles destinos de la excursión,... Él resistía: Cariño, no pienso decirte cuál es la sorpresa, pero cuando estemos en Argentina, ¡no te lo vas a creer! Lo dijo sin darse cuenta, se le escapó en mitad de la cocina, mientras cargaba el lavavajillas, ¡ni siquiera fue capaz de guardar el secreto más de seis horas! Ella, que estaba justo al lado secando unas copas le miró atónita. Pensó que su marido estaba bromeando, hasta que vio como se tapaba la boca exageradamente y se lamentaba como si alguien le hubiera pisado en el dedo pequeño del pie...¿Argentina has dicho? ¿El país a miles de kilómetros? ¿Cruzando el océano? Él movió la cabeza afirmativamente y cabizbajo fue a buscar la información del viaje.  Ella le siguió dando saltos por el pasillo, sin dejar de preguntarle todos los detalles del viaje.

sábado, 20 de septiembre de 2014

#Cuentocontigo: Besos, muchos besos

Para Carmen 



¿Y quién va a creer esta historia? Mi abuela no sabía leer ni escribir, ni falta que le hizo. Durante años mantuvo correspondencia con mi abuelo, exiliado nómada, sin que ni una sola de aquellas cartas despertara nunca el recelo de las autoridades franquistas. Cada día un sobre, y dentro un pequeño trozo de papel de periódico, o lo que tuviera a mano, estampado con un beso. Siempre fue coqueta mi abuela. Siempre con sus labios pintados. Para salir a la calle o a misa eran rosa pálido, marrón claro, pero en casa, delante de su pequeño espejo, los carmines se volvían de los tonos más rojos.

Su hermana menor se ofrecía de escribana, para hacer de intermediaria entre ella y su querido Andrés, pero mi abuela nunca aceptó. Decía que las palabras no le habían traído nada bueno a su vida, y prefería los besos, muchos besos. Cada día un beso para su amor. Mi tía ponía el remite, y mi abuela el contenido. Labios rojos unos días, rosas otros, medios labios, o labios imperceptibles viajaban por media Europa para llegar al corazón de Andrés. ¿Y quién va a creer que aquellos inocentes besos eran un código secreto para avisar a mi abuelo Andrés del peligro de volver a casa? Ella le salvó la vida con besos, él se los devolvió uno por uno a su regreso.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Paseante dominical (Ojos verdes)


















No tiene nombre aún en el argot óptico, pero este extraño fenómeno colorea el iris de un profundo color verde. La primera afectada descubrió el caso durante un viaje a Costa Rica. Sentía un cosquilleo en los ojos y tras chequearlos en un espejo, se percató de que la habitual pigmentación marrón de sus ojos se había tornado de un espectacular color verde, verde bosque, verde helechos, verde basilisco, verde intensísimo, que nunca antes había visto... Desde entonces, el color café de sus ojos desaparece cada vez que piensa en el país centroamericano...#Vacaciones con la mente
(Y las comisuras de sus labios se elevan hacia arriba, asemejándose a una cómoda hamaca en mitad de la selva)

viernes, 25 de julio de 2014

#Cuentocontigo: Ilusiones de verano

Niños en la playa. Sorolla
La arena quemaba y llegó dando saltos a su toalla. Mamá le hizo cosquillas y sopló sus pobres pies abrasados mientras su hermana pequeña iniciaba una de sus enloquecidas rabietas celosas. Papá puso calma de inmediato con un helado para cada uno y mamá pidió en perfecto francés a la señora de al lado que les hiciera una foto de recuerdo. Alguien le llamó por su nombre desde el otro lado de la playa. Mateo, Mateo, ¿dónde estás hijo? Reconoció la voz al instante, y de pie movió los brazos todo lo que pudo hasta que su verdadera familia le encontró y le trajo sus gafas. El señor francés le abrazó emocionado, también su esposa. Hasta su pequeña hermanita de mentira se abrazó llorosa a sus piernas. Se llevó la foto de recuerdo. Una polaroid con dirección de Nantes al dorso y la frase, ¡te estaremos esperando!

lunes, 9 de junio de 2014

Cuento contigo

La rebelde
Está harta de que le digan qué está bien o mal. Ha decidido hacer su santa voluntad, y nadie podrá impedírselo. Hoy va a dejar relucientes los cristales, tenderá la ropa en el patio y saldrá a la calle antes de que amaine la tormenta.

PD: Sin paraguas, por supuesto

sábado, 31 de mayo de 2014

(Micro) #Cuentocontigo: pies con vértigo

Y el doctor recetó zapatos planos para la chica de pies con vértigo. 
Sólo en días muy especiales se atreve a ponerse de puntillas...

domingo, 27 de abril de 2014

Paseante dominical (El secreto del reloj)

Érase una vez un Mundo dónde todo funcionaba como un reloj suizo, hasta que alguien olvidó darle cuerda.
Ese día el Sol no salió y la Luna tuvo que hacer su trabajo.
Los pájaros olvidaron cantar y los niños no querían tomar el desayuno.
Parecía el fin del ídem, hasta que llegó un señor jubilado, puso en hora el reloj y lo arregló todo, todo, todo.

Sol, Luna, pájaros y niños se lo agradecieron tanto, que el señor jubilado tuvo claro cuál sería su cometido de ahora en adelante... 

PD: ¡Me encanta cuando mi padre pone otra vez el mundo en marcha!


domingo, 16 de marzo de 2014

Paseante dominical (Cuento con nombre y apellidos)

Pedro, el joven aprendiz de zapatero reparte día tras día los encargos de su maestro por toda la ciudad. Un trabajo de alto riesgo para él, un chico tan delgado que más de una vez ha estado a punto de ser arrastrado por el viento. Sin ir más lejos, el otro día casi desaparece sobre los tejados. Menos mal que el pescador que vive en la plaza le enganchó con su caña. De no haber sido por su rápida intervención, vaya usted a saber dónde habría volado...

Desde entonces, Pedro pasa a menudo por la plaza a dar las gracias al pescador, y ver a Eva, su hija. Le gusta cómo salta a la comba mientra cuenta y se inventa canciones: El zapatero no sabe saltar, una y dos, tres y cuatro. El zapatero, no sabe contar, cinco, seis, siete y ocho. El zapatero no sabe ni hablar, nueve, diez y vuelta a empezar... ¡Salta conmigo, joven zapatero! le dice y Pedro se pone colorado como un tomate y sigue a toda prisa con sus recados por toda la ciudad.

Pedro y su maestro han probado muchos trucos para evitar que el viento le lleve por los aires, pero esta vez parece que han dado con la solución. El gran maestro zapatero le ha fabricado unas botas de suela de plomo. Pisa fuerte ahora el joven Pedro y no hay viento que le detenga. Cada mañana, con paso firme y seguro reparte zapatos y botas sin miedo a nada. Pedro ahora es capaz de todo. Hasta de saltar a la comba con Eva, y va a demostrárselo.

Eva le cede uno de los extremos de la comba y da la señal. A la de tres, salta, como lo hago yo. Una, dos y ... tres. Sus plomizos zapatones no estaban hecho para saltar, y Eva se reía de él. El zapatero no sabe saltar, una y dos, tres y cuatro. El zapatero, no sabe contar, cinco, seis, siete y ocho. El zapatero no sabe ni hablar, nueve, diez y vuelta a empezar... Pedro no estaba dispuesto a rendirse. Levantó el dedo índice hasta el cielo, comprobó que no había demasiado viento y sin pensarlo dos veces se quitó las botas. Con su mano libre asió la de Eva y ella reanudó su cuenta adelante... Una, dos y... tres. Los dos cogidos de la mano ascendieron rápidamente hasta el tejado más próximo y desde ahí emprendieron un viaje sobre la ciudad que terminó en lo alto del campanario. La comba les hizo de ancla y pudieron asirse a la veleta y ver el mundo desde lo alto. Desde entonces, Pedro y Eva quedan todos los días para volar juntos...


Cuento dedicado a Pedro Zapater Delgado, 
el joven de pies grandes que me puso alas para volar.

viernes, 21 de febrero de 2014

#Cuentocontigo. Mi árbol

Añoraba la enorme casona del pueblo y el jardín. Su abuelo recogía tomates y fresas y lechuga y judías verdes. Su abuela tenía cientos de flores y los tres juntos plantaron un árbol. Su árbol. Un olivo que ya era más alto que ella. Le gustaban los árboles del pueblo, los de la plaza que perdían las hojas en invierno y daban buena sombra en los veranos. Los enormes a orillas del río, árboles que ya eran grandes cuando su abuelo tenía su edad. Trepaba a menudo a uno de esos árboles, y pasaba horas allí sentada, escuchando el sonido del agua, las voces de otros niños, el movimiento de las hojas empujadas por el viento...

En su nueva casa solo había dos habitaciones. No había árboles, ni tomates, ni fresas, ni macetas, ni abuelos. No había sitio para las cosas que le gustaban. En la nueva casa tenía pesadillas cada noche. Sueños en los que la casa encogía y ella se quedaba atrapada en aquel cuarto de paredes rosas y rugosas. Gritaba y nadie le oía. Una noche consiguió escapar a la pesadilla trepando a un árbol imaginario. Trepó y trepó y salió de aquel cuarto, atravesó el tejado y se quedó sentada, sobre su árbol, escuchando el sonido de las lechuzas, y los pájaros nocturnos y el ladrido de un perro en la lejanía...

Despertó feliz. Había encontrado la solución. Rompió su hucha, bajó a la tienda y compró semillas de árboles y flores. Se las comió todas y bebió agua, mucha agua.

Tumbada sobre la cama esperó con paciencia, vigilando su barriga. Su árbol estaba a punto de nacer...

lunes, 17 de febrero de 2014

#Cuentocontigo. El fotógrafo


Eva Armisén
Entró preguntado por el dueño de la tienda. Le dije que era yo. Me dijo que no me conocía, que si de verdad era el fotógrafo. Sí, por supuesto, dije algo molesto. 

-¿Y hace usted las fotografías de boda que hay expuestas en el escaparate? 
-Sí, claro. Soy el fotógrafo y el dueño. 
-¿Y dice usted que no me conoce? 

Volví a mirar fijamente a aquella extraña mujer, que empezaba a darme miedo. Estaba completamente seguro de no haber visto nunca aquellos ojos tristes, y enrojecidos. Ni aquella piel ajada, ni su pelo lacio y descuidado, de color indefinido. 

-No, señora, perdóneme, pero no la he visto nunca. 
-Eso es lo curioso, sabe usted, me contestó ella. Es curioso que yo tampoco le conozca y sin embargo, tenga usted una fotografía mía en su escaparate. 

Desconcertado, le pedí que me indicara cuál era. Salimos a la calle, y frente al escaparate señaló una pequeña imagen lateral, dentro de un marco de plata. Era una joven de pelo rubio y ojos azules y nítidos que sonreía vestida de novia, en brazos de un apuesto hombre también vestido de boda. 

-Señora, ahora entiendo la confusión, esa fotografía no la he hecho yo, ni nadie que conozca. Es la publicidad que viene con los marcos. Solo es eso, un anuncio. 

Ella seguía mirando aquella fotografía de papel couché, hipnotizada. Sin duda era la misma, pero muchos años atrás. Entre sollozos me dijo que se llamaba Elvira, y que nunca se casó. Le regalé su foto con marco y todo, y le pedí mil excusas por no haberla reconocido.

lunes, 27 de enero de 2014

#Cuentocontigo. La ventana


Eran los únicos del vecindario que no tenían televisor. Su padre le dijo que para eso estaban las ventanas. No hubo réplica posible. Al pasar los años, aún recuerda con nitidez aquellas veladas familiares sentados frente al gran ventanal del salón. No había nada en su calle que les pasara inadvertido. El nuevo peinado de la señora del bloque de enfrente, la farola fundida, los besos robados de unos adolescentes, el lechero que olvidaba recoger las botellas vacías, las tormentas eléctricas,... Con su primer sueldo, ya cumplidos los 20 años, pagó el primer plazo de una televisión. En color. Más de 100 canales, le dijo el vendedor. Todavía está apilada en un rincón sin ventanas.

viernes, 10 de enero de 2014

#Cuentocontigo.Gladys

Ocupa la cama de enfrente.
Nadie la acompaña, a pesar de su avanzada edad.
Mi madre dice que está sorda, que casi no ha hablado desde anoche.
Pero esa tarde Gladys me mira fijamente, se dirige a mí.
-¿Viste que animal tan hermoso? ¿Lo viste ahí en la ventana?
Yo miro a través del cristal y no veo nada.
Busco desde otra ventana, más cercana a la visión de Gladys, pero no hay nada ahí afuera.
Solo el aparcamiento de un hospital y un día de espesa niebla.
Miro a Gladys.
Busco una explicación...
-¿Viste? ¡Qué hermoso es! ¿Es un perro grande o un dragón?
No volví a mirar por la ventana.
Un perro, le dije. Un perrito.
Me hubiera gustado darme la vuelta y ver al dragón en el alféizar de la ventana, moviendo las alas y calentando con su aliento de fuego esa fría y triste mañana de enero.

lunes, 6 de enero de 2014

#Cuentocontigo. Roscón con sorpresa

El perdió un diente. Ella, la paga del domingo.
Desde entonces no comen roscón de Reyes.
La dichosa sorpresa, les salió cara.
Él
El dentista se embolsó todos los ahorros.
Ella
No ir al cine del domingo, ¡una larga semana de amargura!
Él
La nueva pieza dental no le dejó satisfecho.
El estrenado incisivo tenía un pequeño defecto. Adquiría una tonalidad verde en los bares con iluminación violeta. Fue mala suerte. En los últimos setenta, todos los bares de moda tenían las mismas luces.
Ella
El lunes no se hablaba de otra cosa.
La película, y los chicos del Paseo.
Chicos que caminaban kilómetros y kilómetros en la acera opuesta
Chicas que les imitaban. Efecto espejo.
Risitas nerviosas al cruzarse.Miradas.Piropos.
Y algún mensaje al rozar las manos. 
Él
Se peinaba como Travolta.
Vestía como Travolta
pero nunca podría sonreír como él. No con un diente verde.
Las conquistaría bailando. ¡Oh, sí!
Ella
Era la única que no había visto Grease.
Todo por no ir al cine ese domingo.
No pudo ver el peinado de Olivia.
Quería bailar esas canciones.
Ni hubo besos de cine, ni mensaje secreto en el Paseo.
Él
El próximo domingo había guateque.
Quizá viera a la chica de los ojos grandes.
Le hablaría de amor, en la calle... con luz natural y después, la besaría en lo oscuro...
Del diente camaleónico tal vez nunca llegara a enterarse...
Ella
El próximo domingo iría a dos sesiones.
Se perdería el guateque, pero tenía que ver bailar a ese Travolta. 
¡Maldita familia que obliga a pagar el roscón a quién encuentra la sorpresa! 
¿Qué pretende? ¿Arruinar la vida a la juventud?